La publicación del libro de Constanza Miriano, editado por el Arzobispado de Granada, ha sido un bombazo en nuestro país. Frente al abrumador rechazo de gran parte de la sociedad, es curioso que, actualmente, sea el libro más vendido . Esto da mucho que pensar: la autora italiana plantea sus técnicas de sumisión, de obediencia y de entrega como una estrategia para perpetuar el matrimonio cristiano y para llegar a Dios a través de tu dueño y señor: tu marido.
Por supuesto que no voy a respaldar que las relaciones de pareja estén basadas en la sumisión, pero me parece muy llamativo que la necesidad por perpetuar el matrimonio cristiano no haya tenido ninguna propuesta aclamada desde las filas laicas para solventar lo que creo que es un gran problema en nuestra sociedad: el fracaso de la pareja. El libro de Bucay y Salinas, que fue un gran éxito de ventas, Amarse con los Ojos Abiertos, y el de Osho, Amor, Libertad, Soledad, no hablan de las relaciones monogámicas estables a las que estamos acostumbrados. Sí tratan de la forma de establecer una relación de forma saludable y de romperla de una manera saludable, pero no se plantean el problema de que una relación se deba perpetuar en el tiempo ni de las nuevas circunstancias que surgen cuando la pareja tiene hijos.
Cuando yo leí esos libros ya era demasiado tarde. Me abrieron los ojos a cosas que nunca me había planteado. Desde pequeña pensé que estudiar una carrera, casarse y tener hijos era el desarrollo lógico de la vida. No culpo a nadie de esta ceguera, creo que es algo que pesa sobre nuestras cabezas de manera estructural y que quizás desaparezca en dos generaciones, pero de momento seguimos en la rueda sin pararnos a reflexionar por qué hay tanto sufrimiento a nuestro alrededor, tantas rupturas, tantos niños y niñas sufriendo las desavenencias matrimoniales o la imposición de acuerdos legales que les hacen viajar de un lado a otro con sus maletas un fin de semana sí y otro no.
Creo que muchas de mis lectoras sabéis a cuento de qué viene esta reflexión. Y sabéis quién ha dicho la siguiente frase:
“no he visto jamás un estudio que demuestre aquella tan repetida afirmación de que un matrimonio con conflictos es peor para los hijos que el divorcio. Vale, pelearse continuamente a navajazos es malo para los niños. Pero muchos padres podrían, si se lo propusieran, mantener una convivencia lo suficientemente civilizada durante el tiempo suficiente para permitir a sus hijos una infancia estable. Como se ha hecho durante siglos.”
Vale, por fin encuentro una propuesta laica para perpetuar la relación de pareja, y esta propuesta consiste en mantener una convivencia civilizada durante el tiempo suficiente para que los hijos crezcan y se emancipen. Está claro que esta afirmación se basa en la firme creencia (sin pruebas) de que es mejor para los hijos vivir en un hogar sin amor que con sus padres separados. Y también en la firme creencia de que los padres, guiados por su egoísmo, no hacen el mínimo esfuerzo por mantener la relación. Como siempre suele hacer la persona que ha dicho esa absurda frase, que por cierto, no es experta en relaciones de pareja ni en desarrollo infantil, ni ha realizado ningún estudio al respecto de lo que afirma, hace una generalización a las bravas y nos planta ante una pareja utópica y universal, que es la que está en su mente, pero no en el mundo real. Y como suele hacer, sentencia de la misma forma sobre todas las parejas, no solo de nuestro tiempo actual, sino sobre las parejas de hace siglos.
No le voy a quitar razón a ese personaje en que la ruptura de pareja acarrea sufrimiento, tanto para los hijos como para los padres. Pero la propuesta que hace es absolutamente irrelevante e inútil. Al menos Constanza nos da pistas y estrategias concretas sobre la forma de perpetuar nuestro matrimonio y a la vez ser felices. Ser católica le hace feliz, y ser sumisa a su marido también (aunque pase por alto que, a veces, hay mujeres que están casadas con energúmenos que les parten la cara. Pero claro, esto forma parte de la sumisión: poner la otra mejilla). La única propuesta de este afamado gurú es “comportaos como se ha hecho durante siglos.” De ahí se infiere lo siguiente: “Es probable que las parejas de antaño fuesen tan infelices o más que vosotros, pero aguantaban juntos por sus hijos, y eso las hacía grandes. Durante siglos, la humanidad ha sido feliz porque las parejas, aunque dejaran de quererse, seguían unidas hasta la muerte. Eso es lo que tenéis que hacer vosotros: languidecer en una pareja fracasada de una forma civilizada, y así la humanidad seguirá conservando su felicidad”. Además, añadiría: “Para que esa felicidad sea plena, la mujer es mejor que no trabaje y se quede en casa cuidando de la prole, para así no tener que llevar a los niños a la guardería y que se conviertan en tarados emocionales el día de mañana.”
En fin, que no veo muchas diferencias entre la propuesta de Constanza Miriano y la de este afamado gurú laico, excepto que Constanza cree que se puede ser feliz siendo sumisa. Por lo tanto, y como no estoy de acuerdo con ninguno de los dos, os hago una propuesta: eduquemos a nuestras hijas e hijos para que sean capaces de entablar relaciones emocionalmente sanas; no les transmitamos la idea de que, para ser un ser completo y feliz, hay que tener hijos, y que sepan que, si los tienen, debe ser con alguien muy especial, al que conozcan en profundidad, con el que hayan hablado y acordado muchos aspectos que, aunque parezcan irrelevantes, surgen cuando se tienen hijos. Ah, y por último, si os divorciáis (es un derecho que tenemos y al que no tenemos por qué renunciar), intentad ser civilizados en la distancia y poner siempre a vuestros hijos por delante de toda decisión que toméis. Sin embargo, os diré que la clave del éxito en un divorcio suele ser la independencia económica de ambos cónyuges. No tengo datos científicos sobre esto, pero, como dice un amigo “Tampoco existe un metaanálisis con ensayos clínicos doble ciego sobre la seguridad de los paracaídas y, sin embargo, se siguen usando” (referencia del estudio que demuestra esto aquí).
Puedes encontrar otras entradas que hablan sobre este tema en El rincón de Mixka y en Bea, mamá de dos.